Primero, los mercados financieros organizan una crisis de la que salen impunes, inmaculados y reforzados. Se repartieron a priori todo el dinero de los fondos bancarios para poder sustituirlo con dinero de los fondos públicos en una enorme maniobra de desvalijo histórica e inaudita. Le han ganado la partida a nuestros gobiernos, en gran medida porque nuestros gobiernos están a otra cosa (conseguir el poder político o mantenerse en él) y por ello son débiles, encabezados por élites populistas títeres del poder económico, compuestas a partes por cómplices, por incompetentes y por candidatos a ingresar en lo privado dispuestos a hacer todo lo que se les ordene. Unos gobiernos que defienden estar legitimados por una democracia que sólo existe nominalmente, donde hasta en los países teóricamente más aventajados se
venden y compran votos en los parlamentos a plena luz del día, y donde el
derecho a discrepar del ciudadano ha sido prohibido cuando no sigue los cauces dispuestos para poder ser neutralizado. El sufragio universal como legalizador de la plutarquía: han conseguido apartar los guisantes del plato, utilizando de la
democracia solamente aquello que sirva a sus fines.
Segundo, tras crear las condiciones de la crisis haciendo tambalear las finanzas de los estados, poniéndolas al borde del abismo, los mercados especuladores atacan al unísono a los países más expuestos, uno por uno, en varias fases, de modo consecutivo. "Divide y vencerás" es la máxima, potenciada por el hecho de que
el resto de países que siguen en pie ayudarán a pisotear al atacado para ganarse alguno de los despojos sobrantes. Europa es el bombón a repartir, porque Europa tiene mucha pasta, Europa adora al Dios del Consumo cuyos sumos sacerdotes son los mercados, y Europa nunca ha estado unida: no hace falta mucho esfuerzo para trocearla y comérsela .
Tercero, "la bolsa o la vida". Una vez que los mercados han desarmado al estado en cuestión, y atacado juntos para que el golpe sea mayor, comienzan a asfixiarlo proponiendo (propiamente, exigiendo) aceptar sus condiciones para el supuesto remedio: la receta es que para imponer una condición hay que hacerla más digestiva exponiéndola como el remedio a un problema;
creando el problema, justificarás la necesariedad del remedio: ante el problema de la crisis se propone maquiavelicamente la privatización de lo público (reparto de nuevas áreas de negocio para lo privado), reducción de derechos sociales y estado de bienestar (sanidad, educación, pensiones...), reducción de salarios, facilidad de despido... Supuestamente todas ellas soluciones a un problema artificialmente creado a priori por los mercados, un problema que paradojicamente tiene su origen en el liberalismo capitalista, y el objetivo de lograr mayor rentabilidad, mayores ganancias para una reducida minoría a costa de la ruina de la mayoría. Estados enteros embargados por aceptar créditos de los mercados que ellos mismos han rescatado, el
FMI y el Banco Mundial como una nueva ONU fuera de todo tipo de control democrático.
Ni siquiera ha hecho falta usar la palabra mágica ("competitividad") que habían preparado para
chinificar nuestras condiciones laborales (China, el gran ejemplo a seguir para los mercados: dictadura+capitalismo). Por ahora, sólo por ahora, les ha resultado suficiente el chantaje impuesto a nuestros gobiernos (débiles, incompetentes y/o cómplices) y la falacia de la "supervivencia" económica para que la mayoría de ellos aceptaran renunciar a nuestros derechos (económicos, sociales y democráticos), por los que tantas generaciones anteriores de ciudadanos han luchado. Una falacia, porque no necesitamos ninguna de estas medidas para sobrevivir sino para condenarnos a malvivir; como solución, solamente necesitamos que los especuladores dejen de desbarrar y asfixiarnos y los gobiernos dejen de justificarlos, "de convencerlos", de tratar de "ganar la confianza" de los atacantes. Es el sistema bancario y financiero quien está colapsando nuestras economías ¿cómo podemos admitir que sea él quien imponga las normas, cómo podemos creer que sean válidas sus soluciones?
El capitalismo salvaje al que están abocando todas nuestras relaciones económicas es la gran amenaza para nuestros derechos y nuestras libertades, que ahora están en juego. Hay demasiado en juego. Y por ello no nos debemos conformar solamente con el derecho y el deber de consumir al que nos relegan. Los mercados especuladores son nuestros enemigos, los gobiernos cómplices de los mercados especuladores son nuestros enemigos. Y nosotros somos, de nuevo, el pueblo que debe luchar contra los enemigos de su libertad para garantizar una democracia real.